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La felicidad no es obligatoria

Los sentimientos son parte de la vida y en la vida de las personas no todo es felicidad. La vida también trae momentos difíciles. Sentirlos y afrontarlos nos ayuda a crecer. De nada sirve ocultar sentimientos y emociones en una máscara de positivismo.

Creencias tipo “Todo se resuelve con una sonrisa”, “llorar es de débiles”, “mostrar mis sentimientos me hace vulnerable”o “piensa en positivo y todo irá bien” no permiten el flujo de emociones y dejan a la persona vacía de significado, lista para el cultivo de un trastorno psicológico o comportamental.

Así, cultivar la autenticidad y recordar que cada persona es única parece el método más eficaz para hacer frente a las rígidas creencias que nos esclavizan dejándonos en una situación de vulnerabilidad muy fácilmente fracturable.

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LA MEDICALIZACIÓN DEL SUFRIMIENTO

Ya otros han hablado del concepto de medicalización del sufrimiento, de gente con graves dificultades económicas y pocos recursos sociales a quienes el servicio sanitario ha medicalizado su dolor, pérdida, fracaso, temores e incluso el aburrimiento. Este es el denominador común de la enfermedad moderna, la desesperación existencial, el sentimiento de que la vida carece de sentido, la penosa discrepancia entre lo que ‘es’ y lo que ‘debería ser’ .
Frecuentemente ciertas casas farmacéuticas afirman que toda manifestación de malestar emocional es patológica y puede ser combatida mediante fármacos, las ya denominadas recetas para ser feliz. Resulta relevante que ninguna de estas recetas o intervenciones haya mejorado el panorama inicial e invita a pensar si en algún momento hubo un problema merecedor de un diagnóstico psiquiátrico.
El profesor emérito en psiquiatría Thomas Szazs (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Thomas_Szasz ) hablaba de «fetichismo verbal» refiriéndose al hecho de rendir veneración a las palabras dándole el poder de la existencia a las ideas en ella contenidas sin necesidad de prueba alguna. A día de hoy somos muchos profesionales del sector los que afirmamos que el diagnóstico construye la enfermedad; subdivide los problemas vitales, los clasifica, los cataloga, los jerarquiza… los vacía.
El exceso de diagnósticos en los servicios de salud mental es obvio. Un experimento muestra como una serie de personas sanas que falsamente pidieron ser ingresadas refiriendo oír un «plas» en sus cabezas no lograron librarse de un diagnóstico y de un mínimo 50 días de tratamiento psicofarmacológico aún repitiendo desde la segunda consulta que el «plas» había cesado. Ningún profesional detectó que no eran enfermos mentales en cambio sí lo hicieron un gran número de internos.
La extensión artificial de los problemas de salud mental sanciona algunos comportamientos ya no como delitos, confrontación o disidencia sino como enfermedad mental.
Echa un vistazo a este vídeo en YouTube:
(http://youtu.be/SvITgs6e9lU)

TRASTORNO DE DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD (TDAH)

El TDAH es un problema que sufre la población más desfavorecida. Son estas familias las que llenas de amor y buenas intenciones recurren a una medicina que hace años les dio la espalda, centrada solo en el interés económico. Consumidores habituales de cocaína no distinguen esta droga del metilfenidato, el principio activo del fármaco de elección en el TDHA.
Hoy vemos aulas con niños drogados. He extraído el testimonio de un niño del artículo «No es que tu hijo tenga hiperactividad, es que nosotros somos hipoactivos»:
_Me senté con él y empecé a hablarle: “¿Cómo te va?, ¿Qué te cuentas?…”. Seguimos hablando un rato hasta que me dijo: “Julián, ahora puedo decir que estoy loco; me medican como en las películas. A los mayores sólo tengo que decirles que tengo una enfermedad mental y dejan de criticarme»

TRASTORNOS DE ANSIEDAD (TA)

Actualmente existe una gran cantidad de diagnósticos relacionados con lo que en un principio era timidez y/o ansiedad: agorafobia, ansiedad por separación, mutismo selectivo, fobia específica , trastorno de angustia, trastorno de ansiedad generalizada, TA por otra enfermedad médica y, para que nadie se quede fuera incluye dos cajones de casos no diagnosticables que no cumplen los criterios para ninguno de estos trastornos.
Ante este panorama resulta relevante el caso de la madre que durante varios días, por evitar las rabietas de su hija, es incapaz de marcharse del aula lo que se convierte en un problema para todos los implicados. Un día que la madre no puede llevar a la niña al colegio y es el padre quien la lleva resultó que la niña lloró un poco pero se calmó enseguida. Al día siguiente, cuando la madre la llevó al colegio no volvieron a repetirse estos episodios. La niña permaneció tranquila y no volvió a presentar jamás el mismo problema. Lo importante a destacar del asunto es qué hubiera pasado si durante esos días hubiera intervenido un psicólogo. Seguramente, puesto que la ansiedad por separación en niños es dignosticada al prolongarse las rabietas dos semanas, la familia hubiera sido objeto de terapia y la niña hubiera recibido un diagnóstico de fobia escolar o en una versión más nueva de ansiedad por separación. Si a los 21 años tuviera esta niña tuviera alguna dificultad emocional tendría ya un diagnóstico desde su infancia y esto empeoraría el pronóstico.

EL MARKETING FARMACÉUTICO

La cuestión es cómo esos problemas de la vida que tiene la gente han llegado a ser considerados ‘trastornos mentales’ como si fueran enfermedades. ¿Quién y cómo hace que las cosas sean así?
En el libro ‘La invención de trastornos mentales» (2008), se encuentra un ejemplo del proceso de creación de un trastorno a raíz del descubrimiento de un fármaco, el trastorno llamado «fobias social». Lo que empezó siendo timidez se convirtió en 1980 en una enfermedad mental incluida en el libro de los trastornos DSMIII. En el siguiente DSM, el IV la timidez ya se etiquetó como «fobia social». Hoy se le llama trastorno de ansiedad social (TAS)
Se trata de un sistema de marketing farmacéutico que establece la necesidad en la gente para un nuevo preparado y crea el deseo de recetarlo en los clínicos. Los clínicos diana de la educación médica son los médicos de atención primaria que son los primeros en toparse con el problema. Para impartir esta educación médica, se cuenta con diversos medios, desde el visitador, pasando por la propaganda incluida en las revistas científicas y profesionales, a la organización de congresos sobre el tema, cuales concilios universales de propagación de novedades, de nuevos problemas tratables con fármacos. Una vez sensibilizada la población y educados los cínicos, la recomendación ‘consulte a su médico’ cierra el círculo trastrono-tratamiento. Es decir, en un principio se encuentra una solución y más tarde se busca un problema y al final todo se arregla para que se entienda que es el problema el que busca la solución.
Imaginen la cantidad de materia prima hoy, en la era de la tecnología. ¿Quién se librará en unos años de un diagnóstico psiquiátrico?

LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA

Enfermedades inventadas, exageradas, fármacos inútiles e incluso dañinos, la organización mundial de la salud en relación directa con la industria farmacéutica. Leyes que se aprueban por recomendación de industrias farmacéuticas. Intereses comerciales por encima de intereses de salud.
Por más que su publicidad apele a cuestiones humanitarias como la disminución del sufrimiento, las empresas farmacéuticas no son entidades sin ánimo de lucro ni existen para servir a los intereses de la población que padece, son organizaciones privadas que viven siguiendo las reglas de un mercado del que ellas mismas forman parte. Cualquier atisbo de neutralidad debe ser eliminado a la hora de tratar de entender su funcionamiento, ellas mismas son las encargadas de financiar las principales investigaciones en psiquiatría, lo que lleva necesariamente a cuestionarse hasta qué punto esas investigaciones no están sesgadas y encauzadas.
La realidad es que en el mundo occidental hoy el costo total del gasto en medicamentos recetados aumenta cada año del 6% al 20% según los países, es decir, a un ritmo mucho más veloz que el conjunto de las gastos en salud»

LA INTERVENCIÓN

Es digno de observación el hecho de que las entrevistas clínicas están basadas en la convicción de que comprender el porqué de un problema lleva a la solución del mismo. En todas ellas la pregunta central y clave es «porqué» cuando raramente un cambio está acompañado por entendimiento alguno y la mayoría de las veces uno cambia sin saber porqué y, como ya apuntó Milton H. Erickson, una terapia es buscada en primer término no para esclarecer un pasado inmodificable sino a causa de una insatisfacción con el presente y un deseo de mejorar el futuro.

PARA CONCLUIR

Considero que la idea de que todos los problemas personales son enfermedades mentales constituye una enfermedad en sí misma. Su principal causante es la irreflexión y la mejor cura la lucidez. Y ahí es donde la filosofía entra en juego. Niesche ya afirmaba que «todo lo absoluto pertenece a la patología»

El sufrimiento se ha criminalizado pasando por alto que a menudo es fuente de motivación para el cambio y se ha insistido en aniquilarlo, intentando ocultarlo hasta la saciedad mediante variedad de técnicas fallidas tanto a nivel estatal como personal, pero como ya hemos dicho el sufrimiento es inherente al ser humano y de nada sirve echar la vista a otro lado mediante lucecitas deslumbrantes y auto-engaños enfermizos.

Pensemos en la cantidad de casos en los que el sufrimiento da un fruto beneficioso para la persona. Por ejemplo, el de la mujer que al morir sus dos hijos se anima a hacer ejercicio y superarse a sí misma físicamente con 62 años o el obeso que consigue competir en triatlón y adelgazar 120kgs. No se trata entonces de ocultar ni negar el sufrimiento, cosa que empeorará sin duda la situación, sino más bien de transformarlo en motor para el cambio, de modo que, ante una situación que nos genera sufrimiento tenemos un reto, hay algo que podemos hacer para evolucionar, un aprendizaje oculto que puede ser la clave de nuestra felicidad.

Apoyando a autores como Frank Alexander, Paul Watzlavich o Giorgio Nardone entre otros, considero que la intervención, para lograr un cambio, debe llevar a la persona a sentir experiencias antes que a comprenderlas, ya que el cambio de sus percepciones conllevará un cambio en sus reacciones. Se trata pues de guiar a la persona a “sentir” de manera diferente su realidad, luego a reaccionar de manera diferente ante ella y, sólo al final, a cambiar sus cogniciones sobre la situación si realmente queremos obtener un resultado a corto plazo y estable en el tiempo. Es decir, un proceso que haga a la persona protagonista de su propia vida sentida como satisfactoria y no una persona dependiente de una creencia frágil y limitante, de un fármaco o de un sistema que oprime la diversidad.

Por tanto y como reflexión final quedémonos con que de nada vale parchear los sentimientos, que el sufrimiento no debe ser medicalizado en pro del sistema y que la felicidad no es obligatoria.

En una habitación oscura un pequeño rayo de sol puede iluminarlo todo.

Bibliografía:
-La invención de trastornos mentales. H. En González Pardo y M. Pérez Álvarez (2007-2008)
-Cambio. Watzlawick P., H.Weakland J., Fish R. (1992)
-El diálogo estratégico. A. Salvini, G. Nardone (2004)
-Psicosoluciones G. Nardone (

Artículos
http://xarxagam.org/2015/12/01/no-es-que-tu-hijo-tenga-hiperactividad-es-que-nosotros-somos-hipoactivos/#more-657

“No está usted deprimida, es que su banco la engaña”


http://www.letreaspsicoactivas.es/szazs.htm de J.C Ruiz Franco

Haz clic para acceder a 4803018.pdf

https://primeravocal.org/preparemonos-lo-peor-esta-por-venir-el-dsm-v-una-pandemia-de-trastornos-mentales-por-allen-rfrances/n

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El miedo a tomar decisiones

En el proceso de toma de decisiones existen varias paradojas que dificultan la tarea de decidir.

1. Cuanto más aumentan el conocimiento y las capacidades operativas que nos permiten resolver problemas y controlar mejor la realidad más complicados se vuelven nuestros dilemas.

2. Cuantas más opciones de elección tenemos a nuestra disposición, más se reduce nuestra capacidad de elegir.

3. Cuanto más bienestar nos garantiza la sociedad, más nos acomodamos a delegar decisiones.

No obstante, constantemente tenemos elegir y tomar decisiones y quién demuestra no estar a la altura se desmoraliza o sucumbe bajo un peso insostenible. Por ese motivo es indispensable conocer los diferentes tipos de decisión y cómo cada uno de ellos requiere capacidades determinadas para decidir de la mejor manera posible.

Descubrir estrategias eficaces para superar tus límites y decidir del mejor modo posible hasta en las situaciones más críticas te hará sentir que incides en tu mundo.

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Resiliencia

¿Qué es la resiliencia? ¿Qué puedes hacer para ser más resiliente?

La resiliencia es un conjunto de habilidades que capacitan a la persona para superar favorablemente e incluso salir fortalecida de situaciones dolorosas o traumáticas.

Practicar estas ocho habilidades en la vida cotidiana te ayudará a ser más resiliente frente a situaciones adversas.

1. Conócete cada día un poco más

2. Ponte en el lugar de otras personas

3. Sé tolerante con tu entorno

4. No futurices

5. Persiste en tus objetivos reinventándote si hace falta

6. Comparte tus éxitos y tus planes

7. Decide por ti y sé consecuente

8. No busques verdades absolutas

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Cómo construimos trampas mentales III

Si vamos un poco más allá, podemos hacer una diferenciación entre las ‘Trampas de la Acción’ por un lado y las ‘Trampas del Pensamiento’ por otro.

Con las primeras nos referimos a aquello que hacemos consciente o inconscientemente de modo redundante y, con las segundas, a estructuraciones de nuestro modo de pensar que apenas logramos ver y que son parte integrante de nuestra identidad personal.


Las Trampas de la Acción

Sea cual sea nuestro comportamiento, si se convierte en un guión  pierde su funcionalidad. Estas son las acciones que repetidas en el tiempo conducen a la patología:

-Insistir en aplicar una modalidad de acción incluso cuando no funciona.

-Renunciar y rendirse por la desconfianza en las propias capacidades o por la pereza.

-La orientación hacia el control de las cosas, de los demás o de sí.

-Evitar situaciones como un guión de prevención.

-Posponer situaciones temidas o molestas llegando a pensar que el aplazamiento es voluntario.

-Pretender que alguien nos sustituya o delegar la propia responsabilidad.

-Defenderse como protección para resguardarse de desilusiones.

-Socializarlo todo o hablar a toda costa sin distinguir lo que es bueno contar y lo que es bueno callar.


Las Trampas del Pensamiento

Los modos de pensar que se aplican de forma rígida conducen primero a la formación de trampas del pensamiento y más tarde a posibles patologías psíquicas y de comportamiento. Estas son las estructuraciones de nuestro modo de pensar que, repetidas en el tiempo, conducen a la patología:

-Atribuir a los demás nuestras percepciones y convicciones, y esperar de ellos nuestras mismas acciones y reacciones.

-La confianza desmesurada en la posibilidad de alcanzar, antes o después, el conocimiento definitivo de la realidad.

-La idea de poder afrontar todos los problemas y dificultades a través de un razonamiento que respete los criterios de la lógica racional.

-Atribuir a alguien o algo ciertas propiedades sin pruebas tangibles, basándonos en nuestras sensaciones.

-La creencia firme de poder influir positivamente en el propio destino mediante el pensamiento optimista.

-Exigir a los demás a o nosotros mismos la coherencia a toda costa y castigar la ambivalencia.

-La tendencia a sobrevalorar o infravalorar la realidad en base a nuestras expectativas, deseos o miedos.

Cuando una persona pone en marcha diferentes trampas desarrolla una forma de psicopatología invalidante como vimos en el ejemplo del trastorno de ansiedad. 

Fuente: Psicotrampas. Giorgio Nardone, 2014.

Cómo construimos trampas mentales
Cómo construimos trampas mentales II
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Adicciones

El término adicción puede aplicarse a cualquier conducta contraproducente que una persona no puede detener pese a sus consecuencias adversas.

Estos son algunos ejemplos de adicciones que pueden pasar desapercibidas:

-Al sexo: La persona busca en la relación sexual alivio, distracción, consuelo, emociones, sensación de poder o cualquier otro efecto que poco tiene que ver con el sexo en sí.

-A las relaciones: La relación es utilizada para evadir ciertos sentimientos y para poner en juego cuestiones relativas al poder y al control entre otras.

– Al juego: La persona utiliza el juego para sentirse mejor y pese a perder mucho dinero, endeudarse y sufrir problemas de salud relacionados, no puede dejar de hacer lo que ella llama ‘invertir’ en un intento de justificar su conducta.

-A las compras: La compra no está destinada a reemplazar otra cosa gastada sino a hacernos sentir mejor, a nuestra gratificación.

-Al trabajo: La persona se somete a grandes sacrificios para adquirir la sensación de competencia y poder o para adquirir infinidad de bienes de consumo que cree necesitar.

-Al ejercicio físico: La persona se ve obligada a hacer deporte por encima de cualquier otra cosa en su vida y lo que le gratifica no es mejorar su salud sino el proceso de esforzarse, por eso se marca continuamente nuevas metas y no disfruta de sus éxitos.

-Al aspecto físico: La persona nunca tiene bastante y siente una preocupación desmedida por su aspecto físico que suele ir acompañada de trastornos alimentarios y/o de esclavitud al bisturí o productos de belleza que utiliza con el objetivo de sentirse mejor.

-A la religión: La persona utiliza las actividades religiosas o culto no tanto para crecer espiritualmente o expresar su devoción, sino como modo de estructurar y controlar de forma esclavizadora su vida, muchas veces porque se siente fuera de control si no lo hace. Usa la religión para ejercer control sobre los demás.

-A la violencia: La persona usa la violencia para cambiar temporalmente de estado de ánimo a través de la descarga de tensiones internas, no controla sus impulsos, se avergüenza más tarde y, pese a las consecuencias, reitera inevitablemente su conducta.

Lo que diferencia una conducta sana de su variedad incontrolada es que, en el segundo caso, lo que gratifica a la persona no es la actividad en sí sino lo que obtiene de ella.

Más información en el libro: Querer no es poder, de Watson y Boundy

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Somos imperfect@s y eso está bien

En esta cultura vemos al perfeccionismo como algo alcanzable. Parece que hemos desvirtuado el significado del éxito y del fracaso.

Esto se convierte en un problema porque la autoestima de la gente perfeccionista suele depender de alcanzar la excelencia en sus resultados, en cambio, en la búsqueda de la perfección, se proponen metas demasiado exigentes por lo que tienden a posponer las cosas al pretender que el resultado sea siempre perfecto. Esto les supone un intenso sentimiento de frustración y estrés pudiendo incluso a llevar a la persona a caer en un círculo vicioso de duda patológica. 

Además, lo que mueve a la persona perfeccionista es en gran medida el deseo de evitar fallar. Sienten que si no logran la perfección mostrarán alguna debilidad. Esto es una gran fuente de estrés, el miedo al fracaso. Siguiendo este patrón, la persona puede llegar a evitar situaciones por temor a no hacerlo bien al 100% y correr el riesgo entrar en una peligrosa espiral de evitaciones. 

En esta cultura de la perfección vemos a personas que no se estiman, que están frustradas y estresadas, inseguras de sí mismas y de los demás, cada vez con más miedos y más aisladas. 

Debemos promover mensajes como:

-“Fallar es humano”

-“El perfeccionismo nos detiene”

-“No todo es blanco o negro”

-“Terminado es mejor que perfecto”; 

Y adoptar actitudes más flexibles, empáticas, perseverantes y diligentes si no queremos a una ciudadania moviéndose motivada por el miedo (al fracaso) que supone la búsqueda de la perfección. 

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Qué debes tener en cuenta cuando inicias una relación terapéutica

  1. Evita hacerte etiquetar patológicamente: Evita dejarte intimidar por el lenguaje, a menudo incomprensible de l@s terapeutas. No aceptes diagnósticos elaborados con un lenguaje especializado. Exige una clara y concreta explicación de las atribuciones e interpretaciones del/la terapeuta y de las motivaciones que l@ inducen a tales evaluaciones. 
  2. Exige claras y concretas indicaciones terapéuticas: Evita dejarte confundir por interpretaciones e indicaciones inconcretas. 
  3. Es el/la terapeuta quien está a tu servicio y no al revés: Evita ser completamente permisiv@ con las indicaciones terapéuticas. 
  4. Acuerda con tu terapeuta los objetivos a alcanzar. 
  5. Pregunta por una previsión, obviamente probabilística, de la duración de la terapia. Así tendrás una especie de medida de la fiabilidad de lo que estáis haciendo.
  6. Evita recibir demasiados cumplidos y ser continuamente denigrad@: Los cumplidos agradan pero no curan. Las denigraciones si son constantes pueden hacer empeorar. 
  7. Valora en términos concretos tu estado y los cambios obtenidos y propón esas valoraciones al/la terapeuta.
  8. Haz con el/la terapeuta una valoración clínica de los costes y beneficios previstos. 
  9. Una terapia que no funciona, si se prolonga, acaba por producir un empeoramiento: Si después de cinco o seis sesiones no observas ninguna mejoría, cambia de terapia, de terapeuta, o ambos. 
  10. Ten en mente que la máxima terapéutica es obtener mucho mediante poco. Inicia la cura de tus trastornos con terapias que te supongan los menores riesgos, peligros y costes existenciales. Sólo si así no obtienes resultados pasa a métodos más costosos. 

Extraído de: Manual de supervivencia para psico-pacientes. Giorgio Nardone. 

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No puedo fiarme de mi

Este tipo de juicio es un acoso hacia un@ mism@ que provoca en la persona una constante sensación de insatisfacción respecto a su propia capacidad personal ya que cualquier decisión interna se convierte en una batalla perdida y en un bloqueo de la actuación.

Como Fernando Pesoa, quien formula este tipo de juicios «Lleva encima las heridas de todas las batallas que ha evitado». En un intento de demostración constante de su ineptitud, fallo personal e incapacidad la persona pondrá en marcha un arsenal de evitaciones y así conseguirá sumar fracaso sobre fracaso. Entra así en un circulo vicioso en el que evita porque se siente incapaz y se siente incapaz porque evita.

La superación de esta trampa pasa por contrastar con la realidad la supuesta incapacidad mediante técnicas que saquen a la persona de su rígida percepción.

+info: Pienso luego sufro. Giorgio Nardone y Giulio de Santis.

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El trastorno de ansiedad

Quien padece ansiedad, como quien padece una fobia, activa tres trampas que al combinarse generan el desorden. La persona tiende a evitar situaciones que teme (incluso pensamientos), tiende a demandar seguridad y protección a las personas que le rodean a la hora de realizar ciertas tareas y trata constantemente de controlar sus propias reacciones psicofisiológicas.

Es un guión  de comportamiento que se repite en el tiempo porque a simple vista funciona pero, aunque al principio estas soluciones reducen la sensación de malestar poco tardan en alimentarla. Por una parte, evitar una situación que nos crea malestar o nos asusta, nos da la sensación de haber sorteado el peligro pero, si se repite en el tiempo confirma mi incapacidad para gestionar la situación. Por otra parte, la demanda de protección y de ayuda por parte de los demás, al principio, nos hace sentir protegidos ante el peligro pero luego nos provoca una devaluación de nuestros propios recursos  para afrontar la situación por nosotros mismos. Y por último, cualquiera que haya sufrido ansiedad o pánico sabrá que al intentar controlar mentalmente nuestras reacciones fisiológicas espontáneas sólo conseguimos alterarlas, que se produce una reacción paradójica y cuanto más trato de controlar mi ritmo cardíaco, más aumenta; cuanto más trato de regular mi respiración, más se acelera; cuanto más trato de mantener el equilibrio, más inestable me siento. Al intentar mantener el control lo perdemos y creamos lo que nos asusta.

La reiteración de este círculo vicioso conduce a una profunda pérdida de confianza en nuestra capacidad para gestionar nuestras reacciones psicofisiológicas. Esto nos hace sentir impotentes y víctimas de algo contra lo que no podemos luchar sin salir perdiendo.